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miércoles, 3 de febrero de 2016

El rescate de Pemex y Emilio Lozoya

Antes de unirse al equipo de transición de Enrique Peña Nieto y ser nombrado director general de Pemex en noviembre del 2012, Emilio Lozoya Austin administraba varios millones de dólares a través de su fondo JFH Lozoya Investments, era consejero de la entonces boyante constructora OHL México y de una empresa de pagos móviles con sede en Texas. Pasaba largas temporadas en Nueva York y procuraba sus aficiones: coleccionar Picassos, Dalís y relojes Patek Philippe.

Su anterior paso por el Banco de México, el BID y el Foro Económico Mundial le dieron a este economista por el ITAM y maestro por Harvard las tablas y los contactos para fundar su propio fondo y asesorar a inversionistas con intereses en México y Latinoamérica. Muy al estilo de su exprofesor de economía, Pedro Aspe, quien tras concluir su gestión como secretario de Hacienda durante el sexenio de Carlos Salinas creó un fondo de inversión que hoy administra activos multimillonarios, reestructura deuda de empresas y gobiernos y es uno de los principales agentes colocadores de acciones de firmas en los mercados bursátiles
Su cercanía al entonces hombre de mayor confianza de Peña Nieto, Luis Videgaray –quien también fue alumno de Aspe– le dio a Lozoya una nueva oportunidad de volver a la vida pública, esta vez al frente de Pemex. La encomienda para quien sería el funcionario más joven del gabinete priista era tan ambiciosa como redituable para su currículum y sus relaciones: transformar a la mayor empresa de México en el marco de una nueva reforma energética.

“Para lograr esta modernización se requieren modificaciones en distintos niveles y ámbitos”, dijo Lozoya en su primer discurso como director general de Pemex. “Mi administración tendrá una tolerancia cero ante cualquier comportamiento fuera del marco legal, ya sea de privados o dentro de esta empresa”, agregó ante trabajadores de la petrolera, incluido su líder sindical, Carlos Romero Deschamps, históricamente ligado con la corrupción y malos manejos de los fondos del sindicado.

Dos meses después de rendir protesta, como si se tratara de un mal presagio para su gestión, Lozoya enfrentó su primera crisis: la explosión de gas ocurrida en uno de los sótanos del edificio B2 de las instalaciones principales de Pemex en la Ciudad de México, la cual dejó 37 muertos.
En el 2013, la atención estuvo puesta en el debate y aprobación de la reforma energética, cuyo punto central fue la apertura del sector petrolero y el rol de Pemex dentro del nuevo escenario.

Pero fue poco el tiempo que tuvo que esperar Lozoya para que estallara otro escándalo que involucró a funcionarios de Pemex. En febrero del 2014, Banamex acusó a la empresa Oceanografía de fraude por 400 millones de dólares, los cuales utilizó para financiar cuentas por pagar con Pemex.

A partir de entonces, las malas noticias para Pemex empezaron a ser la constante: pérdidas financieras cada vez más grandes, profundas caídas en la producción , exportación y devaluación del barril de petróleo en los mercados internacionales dibujaban un futuro cada vez más negro para la empresa.

Lozoya se vio obligado a acelerar las medidas para contener las afectaciones generadas por la depreciación del petróleo, las cuales incluyeron anuncios de recorte de personal y la negociación de un nuevo esquema de pensiones en Pemex. Sin embargo, nada ha sido medianamente suficiente para compensar las pérdidas por la caída de más de 70 por ciento en el precio del petróleo de junio del 2014 a la fecha.
El miércoles pasado, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, anunció que el gobierno capitalizará a Pemex para evitar que su situación financiera afecte a sus miles de proveedores. Como lo publicó ayer EL FINANCIERO, la empresa productiva del Estado tiene vencimientos de corto plazo que suman 11 mil 700 millones de dólares, una cifra similar a la que dos analistas que consulté estiman que será inyectada a la empresa este año.

La condición impuesta por el gobierno a la petrolera es que debe ser más eficiente, para poder sostenerse en el entorno de precios actuales. Esto debería implicar el recorte de más trabajadores, una nueva negociación con el sindicato para reducir sus privilegios y una mayor integración con la IP.

La tarea de ‘transformar’ a Pemex que se le encomendó a Lozoya al inicio del sexenio cambió, con urgencia, a la de ‘rescatar’ a la empresa. Aunque no lo parezca, esta puede ser la coyuntura idónea para cambiar de tajo lo que está mal en Pemex.

Y eso, por supuesto, quedará asentado en el currículum de Emilio Lozoya.



Before joining the transition team Enrique Peña Nieto and being named CEO of Pemex in November 2012, Emilio Lozoya Austin managed several million dollars through its bottom JFH Lozoya Investments, was director of the then booming construction company OHL Mexico and a mobile payment company based in Texas. He spent long periods in New York and tried his hobbies: collecting Picassos, Dalis and Patek Philippe watches.

His previous step by the Bank of Mexico, the IDB and the World Economic Forum gave this economist from ITAM and teacher by Harvard tables and contacts to found his own background and advising investors with interests in Mexico and Latin America. Much like his former professor of economics, Pedro Aspe, who after completing his tenure as finance minister during the presidency of Carlos Salinas created a fund that today manages assets billionaires, restructuring corporate debt and government and is one of the main underwriters of shares in companies on stock markets
Its proximity to the then most trusted man of Peña Nieto, Luis Videgaray, who was also a student of Lozoya Aspe- gave another opportunity to return to public life, this time as head of Pemex. The charge for who would be the youngest official PRI cabinet was as ambitious as profitable for your resume and relationships: to transform the largest company in Mexico as part of a new energy reform.

"To achieve this modernization changes at various levels and fields are required," Lozoya said in his first speech as CEO of Pemex. "My administration will have a zero tolerance for any behavior outside the legal framework, whether private or within the company," he said to workers in the oil, including union leader, Carlos Romero Deschamps, historically linked to corruption and mismanagement syndicated funds.

Two months after paying protest, as if it were a bad omen for management, Lozoya faced his first crisis: the gas explosion occurred in one of the basement of the building B2 of the main facilities of Pemex in Mexico City, which left 37 dead.
In 2013, the focus was on the debate and approval of the energy reform, whose central point was the opening of the oil sector and the role of Pemex in the new scenario.

But it was little time Lozoya had to wait for another scandal erupted involving Pemex officials. In February 2014, Banamex Oceanography accused the company of fraud by 400 million dollars, which he used to finance accounts payable with Pemex.

Thereafter, the bad news for Pemex began to be constant: Financial increasingly heavy losses, steep declines in production, exports and devaluation of a barrel of oil on international markets painted a future more and more black for the company .

Lozoya was forced to speed up measures to contain the effects generated by the depreciation of oil, which included downsizing announcements and the negotiation of a new pension scheme in Pemex. However, nothing has been fairly enough to offset the losses by falling more than 70 percent in the price of oil from June 2014 to date.
On Wednesday, Finance Minister, Luis Videgaray, announced that the government will capitalize Pemex to keep your financial situation affecting thousands of suppliers. As published yesterday FINANCIAL, productive state enterprise has short-term maturities totaling 11 thousand 700 million dollars, a figure similar to two analysts who consulted estimate that will be injected into the company this year.

The condition imposed by the government to the oil is to be more efficient, to be held in the current environment. This should involve cutting more workers, a new negotiation with the union to reduce their privileges and greater integration with the IP.

The task of 'transform' a Pemex that was given to Lozoya at the beginning of this administration changed urgently, that of 'rescue' company. Believe it or not, this may be the ideal situation to pit to change what is wrong in Pemex.

And that, of course, will be settled in the curriculum of Emilio Lozoya.

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